Son las 12:00 de la mañana de un día cualquiera de febrero. Hace frío, pero el sol brilla en el cielo de Ansoáin, un pequeño municipio navarro de apenas 10.000 habitantes junto a Pamplona. Me he citado con los socios de “Le Club” uno de estos locales sociales de cannabis que están proliferando en la Comunidad Foral como consecuencia de la aplicación de esta ley pionera en España.
Navarra es la primera Comunidad Autónoma que regula el consumo de marihuana en los clubs de fumadores. La ley fue aprobada gracias a una ILP (Iniciativa Legislativa Popular) el pasado mes de diciembre. Esto no significa la legalización de la hierba, ya que no se puede consumir, ni poseer, ni transportar en la vía pública.
Llamo a una puerta de acero sin distintivos. Todo el que entra está vigilado por una cámara y cada socio tiene que mostrar su huella dactilar. Me abre Ramón, secretario general de la RCN (Representación Cannábica Navarra). El local, que pertenece al Ayuntamiento de Ansoáin, está alquilado por la asociación. A primera vista es similar a una bajera donde se reúnen los jóvenes o a una sociedad gastronómica. Es un espacio luminoso que tiene varios sofás, libros didácticos sobre el cáñamo y una barra en la que sirven bebidas no alcohólicas para los socios. La TV está encendida y muestra vídeos musicales donde negros y blancos se frotan entre sí, pero la gente no le hace mucho caso. Al fondo, hay una pequeña cocina en la que imparten cursos de gastronomía cannábica, en el próximo enseñarán las mejores técnicas para prepararte tus mantequillas de marihuana.
Para ser socio es necesario ser mayor de edad y ser consumidor previo de cannabis, ya sea por ocio o por sufrir alguna de las enfermedades en las que se recomienda el uso de esta sustancia; cáncer, ansiedad, trastornos de alimentación o de sueño. Se deben cumplir ciertas normas, por ejemplo, está totalmente prohibido vender el producto a otras personas o alterar el orden de la comunidad.
Fermín, presidente de RCN, quien presentó en el Parlamento Navarro la ILP, está en la barra fumándose una “velilla”. Asegura que en “Le Club” “somos estrictos, y la gente lo prefiere, porque así tienen una disciplina y control que no acarrea consecuencias negativas en su vida“. Cumplen estrictamente los horarios, no venden alcohol e informan sobre el consumo responsable. “A pesar de todo, lo peor son las consecuencias personales, sociales y familiares”, dice con cierto desasosiego.
El ambiente es agradable y muy animado. El tránsito de socios es fluido. Accedo a una habitación contigua en la que se produce el abastecimiento de yerba. Un mostrador muestra las novedades de la semana con cartelitos de cada variedad. Al instante llega Oscar, un cliente que actualmente está en paro. Javi, que es el encargado de gestionar la asociación le pide el número de socio y saca su ficha en la que anota la cantidad adquirida, así como la fecha y otros datos. Todo queda registrado. “Cultivo de Interior a seis euros el gramo, hoy tenemos ‘Critical Mass'”, dice Javi como si fuesen alcachofas de temporada. Lo primero que pienso es que parece una frutería, pero pronto me doy cuenta que en realidad se asemeja más a una farmacia. “La ‘Super Skunk’ me vino de puta madre para mi dolor de rodilla” explica Oscar que paga, coge su dosis y sale a charlar con los demás socios en la otra estancia.
Acto seguido, entra una pareja joven que no han dormido porque tenían turno de noche. El mismo protocolo se repite. Adquieren su cuota por 20 pavos y salen a la sala comunal donde se fuma. “Le Club” tiene 290 socios y el límite por persona es de 3g de marihuana o hachís al día. Dispensan entre 4 y 4,5 Kg mensuales. Lo extraño es que pueden fumar y adquirir ganja en la asociación pero no en la calle, si sales de allí con tu yerba, te pueden detener. Para ello disponen de unas taquillas donde dejar la mandanga. A pesar de esto, casi todos asumen el riesgo de llevársela consigo. Ocurre lo mismo cuando la tienen que transportar los víveres al local.
Cuentan con varios cultivos de exterior y jardineros contratados. Todo es ecológico, solo tiene agua de río y fiemo y todas las plagas están perfectamente controladas. Hace poco la Guardia Civil incautó 800 kg de cannabis de sus plantaciones y detuvo a Fermín, que salió en libertad y sin fianza poco después. “Es un sinsentido”, nos cuenta Fermín, “no estamos acusados de nada pero nos han robado una gran cantidad que supondría alrededor de 400.000 € en nuestro club”. A veces se ven obligados a abastecerse de cultivadores privados por culpa de este tipo de actuaciones. Con todo, “Le Club” (¿cuándo dejaremos de creer que el francés es chic?) obtiene beneficios que sirven para pagar los salarios de los trabajadores de la asociación y los de los jardineros. Otra parte del dinero, lo donan a la RCN, el “partido cannábico”.
Ramón, su secretario general, nos cuenta —mientras se fuma un canuto sin tabaco, solo de maría sativa (que “le hace ser más locuaz”)— que en su opinión, el negocio del cáñamo y el cannabis crecerá mucho más que el de la telefonía móvil. Este estudiante de master de cine en la ESCAC lanza un órdago al Gobierno: “estamos dispuestos a pagar un 100% de impuestos de autocultivo“. Sabe que a pesar de ello a la asociación le saldría rentable, y vehemente apunta “el que no quiere regular es corrupto o narcotraficante”.
La ley regula el uso de la sociedad de fumadores, pero es un poco complejo, explica Ramón, “si es autocultivo para consumo personal no es ilegal pero que no sea ilegal no significa que tengas el derecho de hacerlo“. Es la “pescadilla que se muerde la cola”, dice. Parece que se mueven en un limbo legal en el que no se definen las posiciones políticas porque inmaduramente no se acepta que debería regularse, con garantías, el consumo de esa planta. Es decir solamente puedes consumir y pillar maría si eres socio de alguno de los lugares habilitados para ello. Lo demás, sigue siendo igual, aunque parece que la actuación policial se ha vuelto más laxa respecto a este tema.
Pasa el tiempo y los porros continúan liándose. El papel de fumar de trompeta es el único que hay por allí. El trasiego es continuo. Gente variopinta circula con asiduidad, extranjeros, gente del barrio, señores mayores incluso una madre con su hija. Todos tienen algo en común, su pasión por el humo de los lirios. Y aunque puedas pensar que para qué tanta lucha e interés por una puta hierba que a menudo es una fábrica de conformistas, como nos cuenta Javi “esto se trata de libertades individuales independientemente de si estamos a favor moralmente“. La verdad es que el ambiente es lúcido y coherente. Mucho más a simple vista, que en el salto de la reja de El Rocío.
Parece que han encontrado en este lugar un sitio en el que poder pillar droga de calidad sin tener que acudir al mercado negro. Además socializan entre sí y pueden resolver el mal uso de esta sustancia con charlas didácticas que se organizan periódicamente sobre estos temas. Los fines de semana cierran a las 20:00 y el domingo no abren. No se trata de un afterhours y de un espacio de desfase, todo es adulto y controlado. El politburó del RCN siempre está por allí y muchos de sus socios les votan. “Hacen falta 7000 votos para tener un escaño en el Parlamento Navarro, nosotros tenemos unos 3000”, apunta Ramón, “de todas formas sacamos más que UPyD”.
Todos los que hay, están fumando, sin embargo no hay mucho olor debido a que tienen un extractor con filtro de carbono y un ozonificador para evitar fragancias excesivas. Les digo que no me sienta bien la marihuana, que me acelera y me vuelve algo paranoico. Ramón sonríe y me cuenta que es genial para la arborización de ideas y Javi me recomienda que pruebe “Cream Caramel”, que es más inspiradora.
Es probable que el Gobierno vaya regulando este tipo de clubs en el resto de España, porque suponen un jugoso plato de impuestos. Quizá al tratarse de una planta que la puedes cultivar tú mismo, el narcotráfico (a menudo aliado de los poderes fácticos y políticos) sabe que no va a poder controlarlo y poco a poco irá perdiendo su cuota de dominio y, por lo tanto, de ingresos. Así que lo más inteligente y liberal sería fiscalizar el consumo. No sé. Puede que sí o puede que no, ya llevo unas horas aquí, y parece que el humo que flota en el ambiente empieza a afectarme un poco.
Fuente: VICE