Consumo y responsabilidad.

Como es bien sabido, la adolescencia es el momento vital donde se configura la identidad y se generan las expectativas de futuro. En la actualidad, los adolescentes se encuentran en una encrucijada compleja: deben construir la identidad y el futuro en una sociedad donde el modelo de cohesión social ha fracasado. Los adolescentes reciben de los adultos el “discurso de la crisis” desde varias fuentes de información, todas ellas con el mismo denominador, que ellos reproducen reiteradamente con un “la situación está fatal”, discurso caracterizado por tintes negativos, pesimistas, poco halagüeños e incluso aterradores. Los adolescentes se empapan del negativismo del discurso adulto cuando reflexionan sobre su actual situación y las perspectivas de futuro.

En este escenario de desánimo es donde se inscriben los actuales consumos adolescentes de cannabis. Consumos con una menor incidencia que en generaciones precedentes. En cualquier caso, no consideramos que los programas de prevención abstencionista hayan contribuido a disminuir su consumo.

El 33% de la población entre los 14 y los 18 años ha probado el cannabis alguna vez en la vida y un 17,2% lo ha hecho en el último mes

La sociedad de consumo ha creado un mundo simbólico de productos tanto físicos como emocionales. El primer caso es producto de la influencia de la sociedad de consumo. En épocas anteriores, fumar porros escenificaba la llegada a la juventud porque funcionaba como elemento de diferenciación de la infancia. Actualmente, el consumo de cannabis ha perdido centralidad en muchos jóvenes como ritual de paso en la conquista del mundo juvenil. La sociedad de consumo ha creado un mundo simbólico de productos tanto físicos como emocionales propiamente juveniles que representan lo que es la juventud y ser joven.

En el segundo caso, los consumos de cannabis en los últimos años han perdido valor simbólico para escenificar la transgresión y la experimentación con los límites. Aunque para algunos todavía representa cierta transgresión, el asentamiento cultural del cannabis producto de la normalización social acaecido en los últimos veinte años ha provocado una menor asociación entre el cannabis y la experimentación con los límites y la transgresión.

El cannabis está presente en muchos ámbitos, desde el parque hasta las series de televisión.

En el escenario de la normalización, aunque algunos aún se obcequen en reproducir el mantra de la perversidad del cannabis, que nada contribuye a la responsabilidad, los adolescentes observan cómo el cannabis está presente en muchos ámbitos, desde el parque hasta las series de televisión, incluso cada vez son más frecuentas los padres y madres de adolescentes fumadores de cannabis; por tanto, se constata que el consumo es viable sin que los daños sean terribles. En este contexto, las voces más pragmáticas consideran que la responsabilidad es la vía para empoderar a los adolescentes en su posible relación con el cannabis. Esto no indica que los jóvenes fumadores de cannabis lo consuman de manera irresponsable, sino que en ocasiones se les pide cosas a los adolescentes que la sociedad adulta no se aplica a si misma.

En la actual situación político-económica, a pesar de la menor incidencia de su consumo, la pérdida de centralidad como ritual de paso y de transgresión y la acuciada normalización social, al cannabis, como en épocas anteriores, se le caracteriza como responsable de las dificultades de los irresponsables adolescentes para desresponsabilizar a las políticas. ¿A quién se debe pedir responsabilidad?

Por Cáñamo
Texto: David Pere Martínez Oró

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