Durante el siglo XX la marihuana fue objeto de toda clase de demonizaciones por quienes creyeron ver en ella (y sin haberla probado) al mismísimo Belcebú. Políticos, sociólogos y miembros de la Iglesia Católica se aprestaron a combatirla mediante pruebas carentes de cualquier fundamento científico, testimonios corroborados sólo por quienes los ofrecían, y otras tantas y opacas visiones estrictamente personales que, sin embargo, consiguieron hacer mella en la opinión pública. “Tengo la certeza absoluta de que fumar un solo cigarrillo de marihuana provoca el mismo daño cerebral que puede generar la caída de una bomba atómica a los habitantes de la isla de Bikini”, dijo en 1980 el ex presidente estadounidense Ronald Reagan, demostrando de esta manera su compromiso en la lucha contra la marihuana y, al mismo tiempo, su facilidad para ensayar paralelismos que ni un lunático sin medicar se hubiese atrevido ensayar.
La industria cinematográfica, incondicional defensora del American Way of Life, aportó su grano de arena para convencer a la ciudadanía del peligro al cual se exponía aquel a quien se le ocurriera el uso de la marihuana con fines recreativos. En 1934 la Asociación de Productores Cinematográficos de Estados Unidos creó el Código Hays, un reglamento que indicaba lo que podía ser exhibido en una película y lo que no. El código condenaba las producciones que “rebajaban el nivel moral de los espectadores” y prohibía un listado de actitudes; entre ellas el consumo o la venta de drogas. En ninguna película podía aparecer un individuo fumando un porro (para no rebajar el nivel moral de los espectadores), aunque sí podían aparecer hombres acribillados a balazos, negros haciendo siempre de delincuentes, indios despanzurrados o mujeres siendo abofeteadas por un galán adicto al tabaco. La figura más representativa del cine de contenido “moralizador” fue Dwain Esper, un americano medio que, sin tapujo alguno y haciendo gala de un desenfado digno de galardón, dirigió en 1936 un film cuyo título fue simplemente “Marihuana” (para que a ningún espectador se le ocurriera preguntar “de qué va esta película”). Esper aprovechó los aires moralizadores de la época manifestando en el film su idea de la peligrosidad que representaba el consumo de marihuana.
Fue al año siguiente del estreno de “Marihuana” cuando en los Estados Unidos se prohibió el consumo de cannabis con el soporte de una fuerte campaña propagandística de la que Esper fue estandarte. En 1938 el francés Louis Gasnier dirigió “Reefer Madness” o -en español que suena más ocurrente y divertido- “El porro de la locura”. Esta película, financiada por la Iglesia Católica para alertar a las familias acerca del riesgo de fumar cannabis, fue comprada por Dwain Esper para ser distribuida en el circuito del cine exploitation, tal como se definía por aquella época a las producciones que se salían de toda norma y código. Esper reeditó la cinta y le dio un giro con el que la Iglesia estuvo de acuerdo. La idea era demostrar que la marihuana conducía a la locura. Para ello, el film muestra a unos jóvenes que luego de fumar un porro se transforman en asesinos despiadados, violadores de ancianas, organizadores de orgías, terroristas y ladrones de automóviles; todo esto al mismo tiempo y como consecuencia de haber fumado un porro. (Siguiendo la idea de Esper y de la Iglesia Católica, mejor no imaginar las fechorías que podrían haber cometido estos mismos muchachos si en vez de uno, se hubiesen fumado dos).
En 1958 se estrena “Touch of Evil” (El Toque del Diablo), filme en el cual la marihuana aparece nuevamente como detonante de actos aberrantes. “La intención era crear la idea de que el consumo de esta droga era asunto de gentes de la peor calaña”, recuerda el historiador de cine John J. Taylor. Sin embargo por aquellos tiempos, cuando Hollywood se ocupó del tema marihuana, no fue siempre para desinformar o generar falsas ideas, sino también para responder los requerimientos del poder. Ejemplo de esto es “Hemp for Victory” (Cáñamo para la victoria), cortometraje realizado en 1942 en el cual se auspiciaba el cultivo para fabricar productos textiles, ya que debido al conflicto bélico en Europa, las fibras industriales escaseaban y la única manera de suplantarla sin mayores costos era la utilización del cáñamo. Pero fiel a su estilo, finalizada la guerra el gobierno de los Estados Unidos negó la existencia de dicho cortometraje.
Los informativos, por su parte, se encargaron de asociar crímenes y violaciones con el consumo de cannabis, dejando el claro que el violador o el asesino “presuntamente estaría bajo los efectos de la marihuana”. Pero a pesar de estos intentos de estigmatización, la marihuana no sólo reapareció en el cine, alejada ya de aquel retrato infiel que de ella se había hecho, sino que desde la década del 60 y hasta la actualidad, ha ido ganando protagonismo, generando incluso un género de comedia que gira en torno de su uso con fines meramente recreativos.
La planta que cura
En la actualidad, una fuerte corriente a favor de la legalización de la marihuana se extiende rápidamente por todo el mundo. En diciembre pasado Uruguay legalizó y reguló su uso, mientras que Colombia y Argentina despenalizaron el consumo personal. En Estados Unidos, los estados de Colorado y Washington también modificaron las leyes, despenalizando el consumo. En Canadá se aplicaron serias medidas para su uso medicinal, mientras que en Europa ya no es delito su consumo en países como Portugal, Bélgica y Suiza y Holanda.
Los prejuicios en torno de la marihuana continúan sin embargo ganando la batalla, deteniendo así lo que podría representar un verdadero avance en terapias alternativas, tal como lo demuestran los recientes estudios realizados por diversas y prestigiosas universidades. John T. Williams, médico e investigador de la Universidad de Harvard, afirmó que “si la medicina demostrara su utilidad, se consideraría utilizar marihuana para tratar las dolencias de un sinfín de enfermedades”. Williams sostiene que la marihuana no es mala o buena, sino que es útil para contrarrestar los síntomas de patologías para las cuales las medicinas tradicionales han fracasado. Su informe, publicado en diversas revistas de medicina, indica que los derivados de cannabis pueden detener el avance del VIH. Según él mismo comprobó, el THC, ingrediente activo del cannabis, funcionó de manera notable en la experimentación con simios, acrecentando el número de células saludables.
Asimismo, en los documentos presentados a las organizaciones internacionales de salud, los investigadores señalan que con el uso medicinal de la marihuana se podría retrasar el avance del Alzheimer, ya que ésta bloquea la enzima responsable de su desarrollo, además de prevenir que los coágulos de proteína inhiban la atención y la memoria. El uso del cannabis medicinal podría retrasar el avance de células cancerígenas. En 2012 se descubrió que un compuesto de marihuana “puede detener la metástasis en algunos tipos de cáncer agresivo.” También se comprobó ese mismo año que ciertos cannabinoides no psicoactivos “provocaron el cese simultáneo” del avance de las células cancerígenas de leucemia “en todas las fases del ciclo de la célula”. (Médicos del Reino Unido ya están usando compuestos hechos de marihuana para eliminar células cancerígenas en pacientes de leucemia).
La marihuana es también un excelente analgésico. Sus propiedades antiinflamatorias han probado ser efectivas en casos de esclerosis múltiple, artritis reumatoide y migraña. Sus efectos son “cientos de veces más poderosos que los de una aspirina”, sostiene Williams. Ayuda a tratar la adicción a opiáceos, aliviando la adicción o la dependencia a medicamentos basados en opiáceos, sin incluir sus cualidades adictivas; combate la depresión y la ansiedad ya que, según indica un informe publicado por Molina Healthcare (organización que ofrece servicios de salud en seis estados de Norteamérica), “aquellos que consumen marihuana ocasionalmente o incluso a diario tienen niveles más bajos en síntomas depresivos que aquellos que nunca han probado la marihuana.”. Ayuda a tratar la epilepsia y el síndrome de Tourette: En diciembre pasado, la FDA de Estados Unidos autorizó el uso de marihuana para investigar un tratamiento para epilepsia infantil; mientras que otro estudio demostró que alivia los síntomas del síndrome de Tourette.
La marihuana tiene propiedades neuroprotectoras; esto significa que puede limitar el daño neuronal luego de sufrir un infarto o un golpe severo en la cabeza. Previene la ceguera provocada por glaucoma, mejora el nivel de insulina en pacientes diabéticos (un estudio publicado por el National Institute of Health (HIH), y la British Medical Association de Inglaterra, demostró que los usuarios de marihuana metabolizaban mejor los carbohidratos que los no usuarios, provocando que sus niveles de insulina se mantengan 16% menores a los de alguien que no usa marihuana, además de ayudar a reducir la resistencia a la insulina en 17%.).
El secreto de la OMS
En 1993, la Organización Mundial de la Salud convocó a los más prestigiosos especialistas de todo el mundo con el fin de realizar un estudio vinculado a los beneficios medicinales de la marihuana. El resultado de este trabajo llegó a las oficinas de la OMS en diciembre de 2014 y se resumía a un documento de 49 páginas cuyo título fue: “Marihuana, una perspectiva de salud”. Surgía así el más completo y riguroso informe acerca de la marihuana en los últimos quince años. Sin embargo nadie imaginaba que este estudio internacional se convertiría en el motivo de una guerra política. Hasta principios de marzo de 2015, poco más de 500 personas, en los cinco continentes, habían tenido acceso al documento. El silencio no se correspondía con la relevancia de la investigación y en torno a ella se impuso un férreo hermetismo.
Pero el secreto finalizó cuando la revista semanal inglesa New Scientist, en su edición del 21 de febrero último, puso en portada un reportaje exclusivo en el cual acusaba a la OMS de haber suprimido un importante capítulo del documento, atribuyéndolo a “razones políticas”. En dicho capítulo se señalaba que la marihuana era menos perjudicial para la salud que el alcohol y el tabaco. La OMS admitió la supresión del apartado, pero nunca explicó los verdaderos motivos, más allá de alegar que esa comparación fue omitida por prudencia, ya que, según explicaron sus voceros, “los estudios no son definitivos”.
La pregunta que surge al respecto, y cuya respuesta hay quienes creen advertir, es por qué aún persiste la ilegalidad de esta planta, a pesar de la contundencia de informes e investigaciones que señalan que su uso medicinal representaría un significativo aporte para la medicina del siglo XXI. “El problema no es la marihuana en sí”, dijo Keith Richard durante una entrevista con la revista Rollig Stone, “el problema es lo que los ignorantes que gobiernan nos quieren hacer creer acerca de ella”. Y tal vez no esté del todo errado el socio de Mick Jagger en esta apreciación. A nadie escapa que combinados, el poder y la ignorancia, representan un gran peligro para la salud de terceros.
Info: Nueva Tribuna