La marihuana es un psicoactivo con apasionados defensores y detractores. Los primeros recuerdan sus propiedades terapéuticas y el derecho a consumirla legalmente con fines recreativos, como sucede con el alcohol y el tabaco, en vez de dejar que sea el narcotráfico en encargado de mover los hilos de su comercio ilegal. Sus enemigos recuerdan que produce adicción y que se trata de una sustancia que consumida en edades tempranas, puede producir graves perjuicios.
Su uso, con fines religiosos, medicinales o recreativos, se remonta al tercer milenio antes de Cristo. Fue legal hasta la segunda mitad del siglo XX. Naciones Unidas la incluyó en 1961 en Convención Única sobre estupefacientes y es ilegal en la mayoría de los países. Pero el debate sobre regulación y consumo del cannabis es imparable, incluso en Estados Unidos, la potencia que marca el paso de la política antidroga mundial y donde ya puede consumirse, en varios Estados, para uso recreativo.
Uruguay o la osadía de un país pequeño
Pero ha sido un pequeño país, Uruguay, el primero en dar el paso al asumir no sólo la regulación sino también el control de la producción, distribución y venta de la marihuana. Una decisión política que tomó el gobierno del Frente Amplio, cuando estaba presidido por José Mujica y que le costó una reprimenda por parte de Naciones Unidas. Pero la decisión es firme. La ley, pionera en el mundo, se presenta como una alternativa al control penal y a la criminalización de los usuarios.
Frente a quienes consideran que el cannabis es el primer escalón hacia otras drogas más peligrosas, las autoridades uruguayas recuerdan que la legalización del cannabis permitirá que los consumidores se mantengan alejados de las “bocas”, como se denomina a los puntos de venta, donde se adquiere ilegalmente heroína, cocaína y pasta base, su derivado más letal y barato. Y señalan más ventajas: se recaudarán impuestos, como sucede con el alcohol y el tabaco, que se destinarán a la prevención y a los cuidados derivados del consumo de drogas. Y lo más importante: intentarán vencer al narcotráfico, -a las mafias que se encargan del mercado ilegal de marihuana-, responsable de los altos índices de violencia que sufre Latinoamérica.
No es la primera vez que Uruguay se adelanta al resto del mundo. Como recordaba durante la entrevista que mantuvimos, la senadora Lucía Topolansky, “nuestra jugada es fuerte pero no cae fuera de la historia del Uruguay. Fuimos los primeros en regular el consumo del alcohol, porque se vendía alcohol de cualquier origen y era malo para la salud. También regulamos la prostitución y el juego. Son cosas malas pero existen y si son clandestinas todavía es peor”.
De venta en farmacias
A partir del mes de julio, cuando esté lista la primera cosecha que el Estado ha adjudicado a varias empresas domiciliadas en el Departamento de San José, cerca de la ciudad de Libertad, la marihuana se venderá en las farmacias.
Cada usuario podrá adquirir hasta 40 gramos mensuales, a un precio muy reducido: 1 dólar por gramo, frente a los 5 euros que cuesta en España, tanto si se compra ilegalmente como si se adquiere a través de clubes cannábicos. La marihuana de las farmacias uruguayas será de primera calidad y contendrá, como máximo, un 15% de THC, el principal componente psicoactivo de la planta.
Lo que ya está en vigor desde hace meses, tantos como lleva vigente la Ley, es el autocultivo doméstico, hasta un máximo de 6 plantas y una cosecha de 480 gramos al año. También se puede pertenecer a una de las múltiples asociaciones cannábicas que han surgido en el país. Cada una puede tener 45 socios y 99 plantas.
Un debate que va a más
Pese a que el consumo de drogas no está penalizado en Uruguay desde hace 40 años, la mayoría de los uruguayos, -el 65 por ciento según una encuesta de hace un año-, está en contra de la legalización de la marihuana. Los empresarios pueden impedir el acceso al trabajo de personas bajo sus efectos, pero no sancionarlas. Los partidos de la oposición creen que el experimento social, -como lo ha denominado el propio gobierno-, puede salir caro y que no es el mejor camino para combatir el consumo de drogas.
Pero la corriente pro-legalización del cannabis está creciendo. Y no en Uruguay, sino en todo el mundo. El balance del primer año de legalización en Colorado, el Estado pionero en dar el paso, es positivo: ha recaudado casi 800 millones de dólares en concepto de impuestos y no ha crecido como se temía, ni el número de adolescentes consumidores ni el de los accidentes de tráfico por conducir bajos los efectos de la marihuana.
La próxima Cumbre sobre Drogas de Naciones Unidas, tendrá lugar en el 2016. El organismo internacional debatirá la despenalización del consumo de estupefacientes y la eliminación de las penas de cárcel para los consumidores y productores no violentos, a pequeña escala.
Lo que sí es imparable es la utilización del cannabis con fines médicos. Su valor medicinal está probado en 14 patologías, entre ellas el cáncer, alzheimer, la esclerosis múltiple y el parkinson. Los defensores de la llamada “planta bonita”, aseguran que sólo es cuestión de tiempo.