Después de que los ministerios de Salud y Justicia dieran a conocer el decreto que autoriza la producción y comercialización de productos derivados de la marihuana, mucho se ha hablado de las grandes multinacionales que podrían llegar a Colombia a generar una gran industria derivada de la planta. Pero ¿cuál es la experiencia que hay en Colombia? ¿Cuáles son las industrias pequeñas y artesanales que vienen trabajando en el país desde hace años con talento nacional y qué va a pasar con ellas? ¿Podrán subsistir? El Espectador habló con Julián Caicedo, de Anandamida Gardens, y Jorge Montoya, de Cannalivio, dos jóvenes empresarios que vienen trabajando de la mano de médicos especialistas en el tema y que adelantan un trabajo juicioso desde hace varios años. Asimismo consultamos a la especialista Paola Pineda Villegas, que los ha acompañado en ese proceso científico y está dedicada a la investigación de la marihuana medicinal.
¿Hace cuánto tiempo se formó esta industria en Colombia?
Paola Pineda Villegas: Hay personas que llevan más de 20 años cultivando y transformando cannabis en medicina.
P.P.V.: El consumo de este tipo de productos es alto. Desde la Ley 30 de 1986 los médicos podemos prescribir cannabis con usos medicinales, pero no sirve de nada que nos quedemos en formular; tenemos que decir a dónde pueden ir y con quién pueden conseguir el producto. Si les digo que lo consigan como puedan, estoy promoviendo el microtráfico.
¿Conoce empresas internacionales que hagan lo mismo que las pequeñas empresas colombianas, pero a gran escala?
P.P.V.: Conozco lo que he buscado por internet y porque he estado en otros países donde trabajan con esto, como Canadá e Israel.
¿Podrán sobrevivir las empresas colombianas con la entrada de empresas internacionales?
P.P.V.: Hay un temor para todo el mundo, pero se nos olvidó el temor más importante: ¿qué va a pasar mientras tanto con los pacientes? Yo creo que todos podrán sobrevivir si son estratégicos, si se unen, si dejan muchos egos y trabajan por el único fin, que es trabajar por el paciente.
¿Qué ventajas tienen las empresas nacionales?
P.P.V.: Las multinacionales tienen una ventaja en el tema económico, pero las colombianas tienen el conocimiento de la tierra y de la planta en Colombia.
¿La marihuana que se cultiva en Colombia sirve para producir todo tipo de medicamentos?
P.P.V.: Nuestra marihuana fue la mejor catalogada en muchas partes del mundo. Pero hay que mirar en dónde fueron cultivadas, qué tanto fueron fumigadas, porque se pueden dañar la planta o sus potenciales. Las plantas de marihuana tienen varios cannabinoides, y dependiendo de eso se puede tratar una u otra enfermedad, porque con la misma medicina no se puede tratar a todo el mundo.
¿En Colombia se cultiva todo tipo de marihuana?
P.P.V.: Aquí se encuentra marihuana con grandes cantidades de THC, que es el psicoactivo que tiene un alto valor terapéutico para tratar a pacientes con cáncer. Pero por la posición geográfica, realmente podemos tener de todo.
¿Usted como doctora sólo formula a sus pacientes productos nacionales, o se pueden conseguir productos internacionales?
P.P.V.: Aquí se consume y se trabaja con lo que es de acá.
¿Qué producto no se consigue acá?
P.P.V.: Los cannabinoides son varios. Los que más se consiguen en Colombia son los ricos en TCH. El cannabidiol no es fácil de tener en altas cantidades aquí, por eso lo que no logramos conseguir lo traemos de Estados Unidos y España.
¿Las semillas están certificadas o son libres, en caso de que se las quiera plantar aquí?
P.P.V.: Hay bancos de semillas certificados, pero lo que más se consigue es cannabidiol. Hay unas tiendas de semillas en el mundo para conseguir lo que quiera, pero no sólo hay que tener en cuenta la genética de la semilla, sino el producto que se obtiene de las semillas al final.
¿Todas las empresas productoras de marihuana medicinal tienen supervisión médica?
P.P.V.: Yo trabajo de la mano con los productores más juiciosos, a quienes les interesa la retroalimentación que uno como médico les puede dar, porque finalmente uno es el que formula al paciente y el que ve en la práctica lo que está pasando.
¿Hace cuánto están haciendo productos de marihuana medicinal?
Julián Caicedo: Yo cultivo cannabis desde hace más de diez años. Empecé en una terraza, conseguí semillas en Europa y comencé a cultivar con pasión por la planta. Aprendí a cultivar, clonar, etc. Con marihuana medicinal comenzamos hace dos años, cuando era impensable darle aceite de marihuana a un niño con epilepsia; pero hoy me llaman todos los días.
¿Cómo fue el proceso de hacer medicina con la planta?
J.C.: Yo sabía hace diez años o más que la planta era medicinal. Y hace dos años sentí en el ambiente que ya se podía ofrecer el producto. Empecé a hablar con unos médicos de mi ciudad, Popayán, en particular de la Universidad del Cauca, y el jefe de neurología del hospital San José me remitió algunos pacientes con epilepsia y respondieron muy bien al tratamiento.
¿Quién fue su primer paciente?
J.C.: Mi mamá, de 74 años. Ella no podía dormir, tenía dolores, y el aceite le sirvió mucho. Sin embargo, en esa época no sabía qué miligramos de cannabidiol le estaba dando; era más bien artesanal. Hoy ya tenemos la posibilidad de hacer pruebas de cromatografía, ya sabemos cuántos miligramos de THC tiene cada gota que se les da a los pacientes.
¿No era un poco irresponsable suministrar esos productos sin los soportes científicos?
J.C.: Existe la certeza de que el cannabis no puede matar por sobredosis. Si hay sobredosis puede que sea desagradable para la persona, pero nada más.
¿Qué tan grande es su empresa?
J.C.: Somos muy pequeños. Es un mercado local, pero tenemos unos pacientes fijos de epilepsia sobre todo. Nuestro interés siempre han sido los pacientes. Yo no me metí por ganar plata, pero llegó un momento en que las cosas se desbordaron de trabajo y me tocó dedicarme 100% al cannabis.
¿El decreto los afecta positiva o negativamente?
J.C.: El decreto impone unas exigencias. Si Colombia va a ser pionero en cannabis medicinal en Sudamérica tiene que haber una reglamentación. Estamos dispuestos a unirnos con otros pequeños productores y cumplir con los requisitos del Gobierno.
¿Como qué?
J.C.: Como sacar la medicina de las plantas de marihuana del Norte del Cauca, porque esa marihuana tiene pesticidas. Los campesinos e indígenas tienen unas prácticas de cultivos muy negativas porque a ellos les interesa producir altos niveles de TCH para las personas que consumen reiterativamente, y llenarlos de pesticidas.
Con ese decreto se abre la puerta para que vengan empresas internacionales y se tomen el mercado. ¿Tienen temor?
J.C.: Yo estoy dispuesto a competir y tengo experiencia local que una empresa extranjera no. Yo hablo con una empresa en Colorado a las que le he comprado cannabidiol concentrado y, por ejemplo, el asesor médico de ellos no tiene la experiencia clínica que tiene nuestra doctora. Una empresa internacional va a necesitar de nuestra experiencia.
Hay productores locales que dicen que este decreto favorece a empresas multinacionales y que los deja a ellos sin trabajo. ¿Qué opina de eso?
Eso puede ser cierto, pero nada de eso importa realmente. Lo que importa son los pacientes, la calidad de las medicinas y de las plantas.
¿Hace cuánto fundaron Cannalivio?
Jorge Montoya: Hace nueve años. Conozco desde hace 20 años la planta y por eso quisimos seguir trabajando en pro de su legalidad, a pesar de sentirnos como delincuentes por cuenta eso.
¿Cómo fue el proceso de dejar de sentirse como un delincuente?
J.M.: La planta funciona bien en muchos sentidos, pero en los años 90, cuando todo estaba contaminado por los narcos y los paramilitares, era más complicado trabajar con la planta. Los paramilitares a finales de los 90 se adueñaron del negocio del cannabis. Y por proporcionarles cannabis a tus amigos, ya estabas incurriendo en ilegalidad para ellos.
¿Qué tan grande es su producción?
J.M.: Nuestra mayor grandeza está en el tema de la investigación y en los pacientes que tenemos. Nuestros laboratorios son muy pequeños, nuestra infraestructura no es grande, es más bien artesanal.
¿Qué tan difícil ha sido trabajar estos productos sin regulación?
J.M.: Todo ha sido muy complicado. Nos han cerrado muchas puertas, sobre todo para la medición del cannabis, la parte científica de medición de la sustancia. No se podían dar permisos. Pero hace menos de un año un francés hizo unas pruebas que se realizan en casa; no son precisas en los números, pero sí con la presencia de la sustancia, y con eso esclarecimos mucho el tema técnico.
¿Reciben positiva o negativamente el decreto que emitieron los ministerios de Salud y de Justicia?
J.M.: Nos parece positivo porque siempre hemos buscado la investigación y la legalidad. Pero será muy complicado cuando empiecen a tramitarse las licencias, porque seguro se deberá tener mucho dinero para poner las mallas y las redes de seguridad que exige el Gobierno. Preocupa también que las empresas extranjeras absorban a otra colombiana y la de aquí empiece a agremiar más personas, y no sé cuántos cupos haya para las licencias.
¿Ustedes tienen las capacidades económicas para cumplir con las exigencias del decreto?
J.M.: Hoy por hoy no. Pero como ya se sabía que venía todo esto, estamos armando un equipo con científicas de Estados Unidos, cultivadoras de España y amigas israelitas para conseguir un personaje que tenga el capital, el motor de la inversión.
Cuando lleguen las empresas extranjeras, ¿estarían dispuestos a asociarse con ellas?
J.M.: Todavía no hemos contemplado la posibilidad de pertenecer a una inversión extranjera. Queremos formar nuestro propio grupo de colombianos, con nuestra propia inversión.
¿Pero ya les han planteado la opción?
J.M.: Sí, por supuesto, pero todavía no se concreta nada porque no nos ha convencido mucho la propuesta.
¿Cuáles son las ventajas de la pequeña industria colombiana?
J.M.: Hemos trabajado con las materias primas de acá.
¿De qué viven y cómo viven hoy?
J.M.: Tenemos dos líneas: una fisioterapéutica, que es la de los aceites y alcoholes que distribuimos directamente en un volumen artesanal porque no está regulada por el Invima. La otra parte es la de las gotas ingeribles. En dinero, no somos una industria grande, tenemos mucho potencial, pero nuestras cantidades son pequeñas, artesanales.
¿Cómo consiguen los clientes?
J.M.: A través de la necesidad de la gente. Esto es más un voz a voz. La gente siempre está buscando cómo solucionar su problema de salud. No estamos haciendo publicidad; mantenemos un perfil bajo, tranquilo.
¿Venden sus productos en algún lugar específico o directamente?
J.M.: Directamente.
¿El Gobierno se ha reunido con ustedes, los pequeños empresarios?
J.M.: Nadie ha dicho nada. Yo no sé si a la hora en que vayamos a tocar puertas nos vayan a reconocer el trabajo de años para que nos legalicen.
Publicado en: El espectador